Utilizar plantas de buena calidad al establecer un huerto frutal resulta clave para asegurar un desarrollo parejo y sostenido y obtener los volúmenes y calidades de fruta planificados.
Una planta de buena calidad significa “contar con un material que tenga un adecuado equilibrio entre la parte aérea y la raíz y esté libre de enfermedades —bacteriales, fúngicas o virales—, nemátodos, agallas o cualquier otro aspecto extraño a su morfología”, afirma Carlos Cornejo, asesor técnico de Viveros Parlier.
Para ello será fundamental que los productores las adquieran en un vivero que pueda demostrar la calidad y sanidad de sus productos y que participen activamente desde que se inicia el proceso hasta su establecimiento en el huerto.
Plantas certificadas
Si bien en los últimos años han aparecido gran cantidad de nuevos viveros, los expertos recomiendan trabajar con los inscritos en el SAG, con el fin de asegurar que el material cumpla con los estándares mínimos de sanidad y calidad.
“Los viveros que son controlados por el SAG son sometidos a requerimientos y controles realmente fuertes, donde se incluye una cuarentena de dos años para el material foráneo, test para descartar la presencia de virus y virosis en los planteles de plantas madres y exámenes para buscar la presencia de nemátodos en el suelo, lo que les permite a los productores estar muy tranquilos”, asegura Juan Enrique Concha, vicepresidente de Viveros Requínoa.
El SAG, por su parte, aconseja buscar viveros que comercialicen plantas certificadas, ya que eso da seguridad de que se encuentran libres de plagas de importancia económica y estratégicas para el país, y se mantiene la genuinidad varietal, identidad y trazabilidad de los materiales usados en el proceso productivo.
“Durante todo el tiempo que dura este proceso, que depende de la especie a certificar, se realizan análisis de laboratorio (Elisa, PCR, etc.), controles periódicos al proceso de producción, donde se verifica la racionabilidad de los materiales, y se verifican los caracteres morfológicos acordes a las descripciones varietales”, explica Raúl González, jefe del Subdepartamento de Certificación de Semillas del SAG.
Puertas abiertas
Otro aspecto importante es que el productor esté presente y conozca de primera mano todo el proceso de desarrollo de sus plantas en el vivero, es decir desde que se paga la primera parte hasta cuando recibe el material.
“La idea es que con esto el productor pueda estar seguro de que las plantas que se le entregará vienen sin ningún problema y se ajustan a lo acordado”, advierte Carlos Cornejo.
Para ello los productores deben acudir periódicamente al vivero —que debe tener una política de puertas abiertas—, realizar un monitoreo visual del material y conversar con el personal encargado.
“En el caso de que el productor esté comprando plantas injertadas, por ejemplo, sería importante que se preocupara de saber de qué campo saca el vivero las yemas que se usarán en el proceso, ya que lo ideal es que estas provengan de plantas muy productivas y que no tengan ninguna enfermedad”, indica Gonzalo Vargas, asesor experto en paltos y cítricos.
Además, el productor en algún momento debe revisar las raíces de algunas de las plantas, con el fin de cerciorarse de que se están desarrollando bien y no tengan presencia de ningún agente extraño.
“Esto se puede llevar a cabo fácilmente, pues solo se requiere retirar la bolsa que contiene al material y lavar la planta con agua. La idea es dejarla a raíz desnuda y observarla con mucho detalle”, indica Gonzalo Vargas.
Además, el ideal es que las plantas que hayan crecido en condiciones controladas o en invernadero, antes de ser entregadas, pasen por una aclimatación a la intemperie, de alrededor de un mes, con el fin de que el follaje se adapte al estrés ambiental y se fortalezca.
“En ese sentido, los viveros que trabajan con las plantas a la intemperie tienen un plus, ya que someten al material desde los primeros días a las condiciones ambientales reales”, agrega.
Acompañar la entrega
Es importante que, al momento de recibirlas, los productores se preocupen de que las plantas cuenten con toda la documentación, es decir, la guía de despacho o factura que indique el tipo y cantidad de ejemplares; la etiqueta que identifique el vivero en el que fueron cultivadas, la especie, la variedad, y el tipo de portainjerto y año en el que este se sembró y/o se injertó.
También se recomienda que el productor participe en el proceso de carga y descarga de las plantas, con el fin de cerciorarse de que el material que sale del vivero es el acordado y por el que se pagó.
“En caso de que las plantas sean pequeñas, débiles, presenten algún síntoma extraño o simplemente no se ajusten a lo conversado, lo mejor será devolverlas al vivero en ese preciso momento”, agrega Gonzalo Vargas.
Si bien una vez en el huerto las plantas pasan a ser responsabilidad del productor, es importante no perder contacto con el vivero, por si surge algún problema relacionado con su formación.
“En todo caso, un buen vivero siempre contempla brindarle al productor una buena experiencia de posventa, por lo que suelen acompañarlo por un buen tiempo después de la entrega de las plantas”, afirma Carlos Cornejo.
Fuente: El Mercurio Campo