Los problemas de calidad de los arándanos en los mercados internacionales han llevado a que en Chile se esté produciendo un recambio varietal que busca incorporar materiales con mayor potencial productivo y comercial.
Si bien el recambio se viene realizando desde hace algunos años, en el último tiempo se ha visto que algunas de las nuevas plantaciones muestran síntomas relacionados con el “problema de replante”, fenómeno que se presenta, en mayor o menor medida, en todas las especies frutales y que a menudo se asocia al monocultivo.
“Estos problemas se expresan principalmente en crecimientos irregulares, bajos comportamientos productivos, pardeamiento y necrosis en la raíz y hasta la muerte de las plantas, entre otras cosas”, asegura Gabino Reginato, investigador del Departamento de Producción Agrícola de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile y uno de los pocos expertos que ha estudiado el tema en el país.
Se estima que las causas del problema están ligadas a factores como la presencia de hongos, bacterias, actinomicetos y nemátodos en el suelo, pero también a situaciones como el deterioro de las propiedades físicas y la modificación del pH del terreno y la ocurrencia de alteraciones químicas de origen nutricional, entre otras cosas.
La forma más efectiva de evitar cualquier problema asociado al replante es esperar un tiempo prudente entre el arranque de las plantas antiguas y el establecimiento de las nuevas, con el fin de que los patógenos peligrosos presentes en el suelo vayan inactivándose.
“Si bien en arándanos no existen estudios que permitan definir con exactitud cuál es ese tiempo de espera, la experiencia indica que si el replante ocurre después de cuatro años, las posibilidades de que ese nuevo material se comporte bien aumentan de forma considerable”, advierte Gabino Reginato.
El problema, dicen en el sector, es que esperar ese tiempo para un replante, sobre todo en zonas donde ese cultivo es la única posibilidad de alcanzar una buena rentabilidad, resulta inviable desde el punto de vista económico.
Dado lo complejo de esperar, se plantea que una alternativa es diseñar una estrategia amplia que contemple la realización de manejos en distintos momentos del proceso para paliar así los problemas y disminuir, dentro de lo posible, su impacto.
Los primeros pasos
Si bien los estudios aún no han determinado una estrategia clara, sí hay recomendaciones.
En el documento “Consideraciones en el recambio varietal de arándanos: aspectos sanitarios y de replante”, elaborado por el Comité de Arándanos, se menciona la opción de comenzar el replante aplicando herbicidas antes del arranque de las plantas antiguas, con el fin de generar la muerte de las raíces y, con ello, de cualquier nemátodo que pueda afectar a la nueva plantación.
Una vez arrancadas las plantas antiguas y extraídas la mayor cantidad posible de restos vegetales del suelo, se debe fumigar el terreno que se utilizará para el nuevo material. La idea, dicen los expertos, es que vuelva a una condición sanitaria lo más cercana posible a la original. Para ello se pueden usar productos desinfectantes de alto espectro —alternativos al bromuro de metilo— como el 1,3-dicloropropeno o la clorvicrina, los cuales tienen la capacidad de generar una solución bastante inmediata.
“Con este tratamiento, que cuesta alredor de US$ 3.000 por hectárea, los suelos quedan bastante limpios y aptos para ser usados”, asegura Gabino Reginato.
Otra alternativa, según el documento elaborado por el Comité de Arándanos, es usar metil isotiocianato (Vapam), producto que si bien tiene la capacidad de lograr un buen efecto final, puede generar algunos efectos indeseados. Por lo mismo, la recomendación de los expertos apunta a realizar el replante un año después de su uso.
Paralelo al uso de productos químicos, es importante realizar un trabajo de movimiento o batido profundo del suelo —hasta un metro de profundidad—, con el fin de generar una mezcla que permita que las porciones de terreno con problemas o agentes perjudiciales vayan quedando lejos del alcance de las raíces de las nuevas plantas.
Los expertos también recomiendan incorporar a 10-20 cm de profundidad altas cantidades de materia y enmiendas orgánicas compostadas como té de compost, guano y humus de lombriz para favorecer el ecosistema benéfico del suelo y la rizósfera.
“Esto permitirá que el material pueda comenzar a interactuar inmediatamente con las raíces de las nuevas plantas, una vez que se establezcan. Así, tendrán una mejor base para empezar su desarrollo”, explica Jean Paul Joublan, asesor experto en frutales.
Cuidar la plantación
Para algunos, otro método efectivo para lograr evitar los problemas del replante es establecer la plantación del nuevo material en un lugar distinto al que tenía la plantación antigua.
“En el caso del arándano, cuyo arraigamiento no supera los 50 cm, la replantación podría realizarse perfectamente un metro hacia el lado, en la entre hilera de la plantación antigua”, indica Pablo Muñoz, investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción.
Llevar a cabo este procedimiento solo le significará al productor hacer un nuevo camellón en el lugar de plantación y desplazar unos cuantos centímetros hacia el lado las mangueras y chicotes correspondientes al sistema de riego.
Independiente del camino que se tome, resulta fundamental que el productor realice un adecuado manejo sanitario del hoyo en el que se establecerá el nuevo material. Para ello se puede usar cualquier tratamiento biológico capaz de controlar a los patógenos más comunes del suelo como phytophtora spp, fhytium spp, fusarium spp y agrobacterium tumefaciens, entre otros; y otros agentes que a menudo atacan a los arándanos como larvas de curculiónidos y gusanos blancos.
“También hay que preocuparse de que las plantas vengan sin problemas desde el vivero, especialmente sin agallas de la corona, y que los productores las planten bien. Hoy, por ejemplo, todo apunta a que al momento de plantar no se abra todo el pan de la raíz, debido a que se corre el riesgo de romper parte del sistema radicular y producir heridas que sirven de puerta de entrada para los patógenos”, agrega Julia Pinto, gerente técnico del Comité de Arándanos.
Manejos de las plantas
Una vez establecidas las nuevas plantas en el suelo es importante realizar algunos manejos complementarios que las ayudarán a que adquieran mayor fortaleza y se desarrollen mejor.
En ese sentido, el documento “Consideraciones en el recambio varietal de arándanos: aspectos sanitarios y de replante”, se refiere a la opción de usar durante el primer año fertilizantes fosfatados, los cuales pueden ser aplicados en suelos fumigados y no fumigados.
“Esto puede combinarse con tratamientos fungicidas, lo que permitirá aumentar el crecimiento de las plantas en este periodo”, afirma el documento.
En el escrito también se contempla la opción de realizar en este periodo aplicaciones foliares de nutrientes y reguladores de crecimiento que promuevan las exudaciones radiculares de la microflora de la rizósfera de las plantas nuevas, las cuales operan como un método de defensa ante determinados agentes patógenos.
El injerto, la otra alternativa
Una alternativa para realizar el recambio varietal, evitando las consecuencias asociadas al replante, es usar la técnica de injerto, es decir, ubicar la nueva variedad sobre la porción seleccionada de la antigua. De esta forma, dicen los expertos, la nueva variedad podrá aprovechar la estructura y las reservas de la planta original, lo que en la práctica ayudará a que pueda desarrollarse mejor.
Si bien los expertos aseguran que esta técnica funciona, existen dos aspectos que pueden dificultar su puesta en marcha.
El primero es lo lento del proceso.
“Injertar una planta lleva su tiempo, por lo que cuesta imaginarse cómo se puede hacer un recambio de plantas si se considera que en los huertos modernos tenemos alrededor de 3.333 plantas por hectárea”, afirma Jean Paul Joublan.
El segundo se asocia a los problemas que pueden originarse una vez realizado el injerto, los cuales se relacionan con la aparición, en muchos casos, de rebrotes que nacen desde las yemas adventicias de las raíces de las plantas antiguas, lo que en la práctica llevará a que en algún momento aflore parte de la variedad original. Todo esto, dice el asesor, perjudicará el funcionamiento y desarrollo del nuevo material.
Fuente: El Mercurio Campo