Patricio Avilés está jugando al límite. Recién la semana pasada comenzó a sembrar raps en los terrenos que maneja con sus hermanos en La Unión, Región de Los Ríos. Serán 115 hectáreas de esa oleaginosa. En un año normal debería haber empezado a colocar las semillas hace un mes.
El raps es un cultivo que necesita una buena dosis de humedad en el suelo para desarrollarse. Sembrar en seco es exponerse a bajas producciones en un rubro que se caracteriza por sus bajos márgenes. La ausencia de lluvias en el sur durante el verano y el comienzo del otoño hicieron que Avilés tuviera que retrasar al máximo la siembra. Recién la semana pasada, cuando cayeron precipitaciones sobre La Unión, pudo iniciar las tareas.
El agricultor, en todo caso, cree que la superficie de raps se va a resentir en el país. Junto al juego de nervios por la ausencia de lluvias, el desempeño del raps en la temporada pasada, con una baja producción por hectárea, funciona como freno.
-A veces los agricultores se dejan llevar por el resultado de la última temporada en sus decisiones de siembra -advierte Avilés.
Lo que pasa con la oleaginosa es, además, relevante para los otros cultivos extensivos. Se calcula que el año pasado la superficie del raps pasó las 53.000 hectáreas.
Sin embargo, otros advierten que es mejor detenerse a analizar el mercado antes de tomar una decisión apresurada.
-Si baja mucho la superficie del raps, los precios deberían estar firmes, pues hay una demanda industrial activa -sostiene Pedro Nickelsen, agricultor y socio de una planta procesadora de la oleaginosa.
Por lo mismo, Nickelsen ve con preocupación un aumento muy fuerte de la superficie de trigo, que tuvo buenos precios durante la cosecha, pero que luego comenzó a caer. La avena también navegó con viento de cola en la última temporada y se estima que debería tentar a más agricultores en el nuevo ciclo.
En todo caso, Chile es tomador de precios internacionales. Lo que suceda fuera de las fronteras es lo que terminará definiendo los resultados finales. En ese ámbito, nada pesa más que lo que decidan Xi Jinping y Donald Trump, los líderes de China y EE.UU., sobre cuándo y cómo terminar con la guerra comercial que libran. Los orientales han alzado los aranceles a los bienes agrícolas norteamericanos, como forma de presionar a la base de votantes de Trump. Los norteamericanos han sufrido una fuerte merma de sus exportaciones, lo que ha presionado a la baja al maíz y la soya.
Antes del conflicto, EE.UU. exportaba cerca de US$ 50 mil millones en alimentos a China, la mayoría de ellos commodities . Por eso, un eventual fin de las hostilidades debería manifestarse en un reimpulso de las exportaciones de granos y cereales. Como esos cultivos están conectados a través de la demanda por alimentación humana o animal, el alza de uno necesariamente afectará al resto.
Por eso las decisiones de qué y cuánta superficie sembrar son complejas, involucrando desde elementos locales hasta globales.
Un trabajo más o menos informado, junto con una pizca de suerte, ayudará a definir quién ganará o perderá en el nuevo año agrícola 2019-2020.
114 toneladas por hectárea se proyectan como promedio para la remolacha, un récord histórico que aseguraría la continuidad del rubro, según los agricultores. Se mantendría el pago de US$ 47 por tonelada.
15.000 hectáreas de lupino dulce se proyectan para la nueva temporada.
Fuente: Revista del Campo