Una buena fertilización en avellanos es clave para obtener calibre y calidad que cumplan con los requerimientos de la industria y, de paso, optimizar la eficiencia de la empresa agroalimentaria. Esto, porque al realizarla de forma adecuada, no solo se satisfacen las exigencias nutricionales del árbol y de la fruta, manteniendo un adecuado equilibrio entre la actividad vegetativa y productiva, sino también permite limitar al máximo los costos de las aplicaciones y reducir los riesgos de pérdida de productos por lixiviación, acotando los riesgos medioambientales.
Pese a que no existe una receta para cumplir con cada uno de estos objetivos, ya que todo depende del tipo de suelo, la condición climática y el estado fenológico de las plantas, existen determinadas medidas que se pueden llevar a cabo para realizar esta labor.
El suelo lo primero
La primera acción en el huerto es la preparación adecuada del terreno, para que tenga un buen drenaje. Y es que si el suelo tiene un bajo nivel de permeabilidad, las raíces podrían verse afectadas por el exceso de agua y la falta de oxígeno, lo que implicará asfixia radicular que a la larga provocará que exista una muy baja absorción de minerales y aumente el riesgo de que las raíces y hasta las plantas mueran.
Osvaldo Hiriart y Rodrigo Viñambres, productores de avellanos europeos, recomiendan que una forma de evitar lo anterior es plantar en camellones que dejen, al menos, 80 centímetros de suelo libre.
“Si bien las raíces pueden continuar penetrando de forma más profunda, llegando incluso al metro y medio, el gran porcentaje que queda libre de agua es suficiente para tener la seguridad de que la plantación no morirá y absorberá los nutrientes necesarios”, aseguran los productores.
Asimismo, resulta clave realizar análisis y monitoreos de suelo -los cuales se pueden hacer a través de análisis físicos y químicos, sondas o calicatas- que permiten evaluar constantemente los factores bióticos (materia orgánica) y abióticos (pH, conductividad eléctrica, humedad, etc) del terreno.
“Además, se pueden instalar bandejas de evaporación que ayuden a determinar la demanda hídrica. La idea es que el productor se vaya ajustando a esas condiciones y pueda decidir cuánto y cuándo regar. Todo esto le entregará estabilidad al huerto”, explica Jean Paul Joublan, asesor agrícola experto en frutos secos.
Las aplicaciones
Si bien la fertilización del avellano europeo, como con cualquier especie, debe ser balanceada, existen algunos requerimientos especiales.
Uno de ellos es el nitrógeno, que permite acentuar el vigor de los árboles y promover un crecimiento rápido durante la fase de formación.
En la fase productiva ayuda a determinar la formación de brotes de mayor longitud, favoreciendo la producción de órganos reproductivos y apoyando la ejecución de una buena fructificación.
Miguel Ellena, investigador de INIA Carillanca, puntualiza que cada agricultor debe evaluar las necesidades de su huerto para evitar efectos no buscados.
Jean Paul Joublan, por su parte, recomienda racionalizar los aportes de nitrógeno mediante análisis y monitoreos permanentes. “Esto permitirá ajustar las dosis a las necesidades de la planta en cada condición edafoclimática específica. Es importante no establecer dosis preconcebidas ni aplicar recetas universales”, asegura.
Respecto del fósforo, los expertos recomiendan aplicarlo como fertilización base, especialmente en los suelos ácidos del centro sur y sur del país, en dosis que satisfagan las necesidades durante los primeros 4 años del huerto, pero siempre realizando una evaluación previa de las necesidades del huerto. De acuerdo con los expertos, los valores óptimos de fósforo en las hojas de las plantas de avellanos europeos deberían variar entre 0,14% y 0,16%.
El potasio es otro elemento que tiene influencia en la calidad de la producción. Según Miguel Ellena, la cantidad adecuada de este elemento a aplicar en las hojas varía entre 0,9% y 1,0%, dependiendo de la realidad del productor.
Su aplicación debería realizarse entre julio y septiembre, cuando debería entregar el 60%. El otro 40% debería proporcionarse entre diciembre y enero. “El potasio tendrá que ser aplicado antes de que el fruto haya finalizado su proceso de llenado. En caso contrario, la producción podría verse afectada”, afirma Joublan.
Otro elemento que resulta fundamental es el magnesio, que permite un crecimiento vegetativo óptimo en la planta, por lo que debe ser aplicado en los momentos de mayor crecimiento y desarrollo de esta.
Importante también para esta especie es el boro, que debe ser aplicado de forma foliar en momentos en que se produzca la caída de las hojas y también en primavera, entre los meses de octubre y noviembre.
“Esto permite mejorar la cuaja, la calidad de las avellanas y sus rendimientos”, afirma.
Análisis y monitoreos del suelo y plantación en camellones pueden ayudar a que el árbol aproveche adecuadamente lo que se le aporta en la fertilización.
Fuente: Revista del Campo