Los ocho socios de NovaGrape reúnen cerca de 900 hectáreas de uva de mesa, desde Copiapó a Rancagua. “Cada uno de los agricultores les responde a los demás por la calidad de su fruta, lo que nos ha permitido ganar un prestigio como productores”, explica Herrera.
En el afán de buscar innovación, los socios se toparon con la nueva genética. Hoy el 100% de las renovaciones de parras son con nueva genética. Herrera recorre el mundo buscando alternativas que se adapten mejor a las necesidades climáticas, de suelo, ventana de producción y de mercado de destino. Con el respaldo de tener en la mano 900 hectáreas y de que los socios se han validado como productores confiables, la ejecutiva negocia contratos con los obtentores de material vegetal con condiciones que difícilmente ellos lograrían individualmente.
Sin embargo, ese es solo el comienzo. Una vez que ya están plantadas, Herrera supervisa el estudio del desempeño de las parras, identificando problemas y técnicas adecuadas de manejo. Esa información es compartida entre los integrantes de NovaGrape.
“Aunque traemos variedades que han demostrado en el exterior tener alta productividad y buena calidad de la fruta, hay ‘pegas’ de investigación que es necesario hacer en Chile. Por ejemplo, necesitamos que las uvas viajen más tiempo a sus mercados de destino que los productores del hemisferio norte”, sostiene Herrera.
El trabajo de investigación y desarrollo de NovaGrape les permitió a sus productores ahorrarse tiempo para decidir cuáles eran las variedades más prometedoras y definir las técnicas de manejo más exitosas.
En un contexto de creciente número de variedades lanzadas al mercado, el trabajo de I+D por parte de los agricultores se vuelve vital. Eso sí Herrera admite no conocer otras empresas en Chile como NovaGrape.
Para Manuel José Alcaíno, presidente de Decofrut, ese hándicap le pesó a la renovación de la genética de la uva de mesa.
“En la lentitud inicial para adoptar las nuevas variedades contribuyó la falta de información técnica sobre qué y dónde funcionaba. Cuando llegaron las variedades tradicionales -como la thompson o la crimson- había muchos años de experiencia en el extranjero y una importante cantidad de asesores que las conocían”, afirma Alcaíno.
La necesidad de investigación solo debería crecer en los próximos años.
“Cada día se están desarrollando nuevas variedades. Ya no va a existir el productor que se quedaba muchos años con una variedad. Nuestros genetistas y los de la competencia todos los días están logrando avances. Una variedad que es muy interesante hoy probablemente va a tener una versión mejorada en unos años más. El ciclo de innovación se ha vuelto muy intenso”, afirma Felipe Kanacri, gerente para Sudamérica de AMC.
Eso sí, que cada productor individual contrate técnicos para investigación, es difícil. La asociatividad, como la de NovaGrape, permite diluir entre varios la inversión requerida.
Isabel Quiroz, directora ejecutiva de iQonsulting, sostiene que es de alta importancia desarrollar parcelas demostrativas.
“La fruticultura se desarrolló en Chile con intentos y errores por parte de productores. Eso es muy caro actualmente, pues es una actividad que ha disminuido sus márgenes y que necesita ser eficiente desde la plantación. Entre más conocimiento a través de parcelas demostrativas, el productor podrá tomar decisiones más informadas”, remata la ejecutiva.
Fuente: El Agro