Cada región del país cuenta con un tipo de producción que la identifica. Si hablar de la Región del Maule es sinónimo de fruta fresca, hacerlo de La Araucanía, hasta hace un tiempo era referirse a los cultivos tradicionales. Pero el panorama cambió y pasó a tener condiciones óptimas para la producción de fruta. De esta manera hoy es común encontrarse con grandes proyectos frutícolas en la novena región, donde pese a las dificultades que viven algunas zonas, existe un clima de confianza del que surge la esperanza de convertir a esta zona en una potencia frutícola.
Durante mucho tiempo La Araucanía fue reconocida como el granero de Chile, rol que si bien continúa siendo relevante, ha ido mutando producto del avance de temperaturas más cálidas hacia el sur del país. Este es el análisis que realiza Daniel Schmidt, presidente de Corp Araucanía, entidad integrada por los principales gremios empresariales, universidades, sindicatos de trabajadores, empresas privadas, e instituciones públicas relacionadas con la actividad productiva y el fomento de los negocios e inversiones en la Región de La Araucanía. Según Schmidt se trata de una situación que ha permitido migrar a cultivos más intensivos y tecnificados. De esta manera, si se hace un análisis del tipo de huerto que posee la región, se advierte que en los últimos años se ha establecido una cantidad importante de predios frutales, entre cuyas especies destacan manzanos, arándanos, cerezos y, en menor grado, nogales o castaños. Así lo indica Miguel Ellena, investigador de INIA Carillanca, quien destaca principalmente el caso del avellano europeo, que hoy supera las 4.000 hectáreas.
Así las cosas, la novena región ha surgido como una alternativa para aquellas empresas y agricultores que buscan nuevas opciones donde instalar sus cultivos, ya sea por diversificación o con el objetivo de mejorar la rentabilidad de su negocio.
UN CAMBIO CLIMÁTICO POSITIVO
Un total de tres campos, distribuidos en las zonas de Renaico y Angol, y que suman alrededor de 600 hectáreas de manzanas, son los que posee Agrícola San Clemente en La Araucanía, región a la que llegaron en el año 2003 impulsados por las buenas condiciones para producir este frutal. Se trata de lugares que cuentan con un muy buen contraste de temperatura entre el día y la noche durante el verano y el inicio del otoño, lo que cobra vital relevancia para que las manzanas tomen color. Según recuerda John Skinner, director de Desarrollo de la empresa, precisamente eso fue lo que les llamó la atención de la zona, especialmente en el microclima de Angol, donde está la cordillera Nahuel Buta, que hace que tenga una pluviometría bastante parecida a la de la zona central, pero con dicho contraste.
Agrícola San Clemente también está presente en Perquenco, una zona ubicada un poco más al sur y que cuenta con un clima más frío, muy apropiado para ciertas variedades de manzanas. Allí la compañía plantará Ambrosia y Honey Crisp, además de otras variedades que tienen en exclusiva y que requieren condiciones más frías para producirse de buena manera.
Este tipo de práctica es la que también está realizando el productor Gerardo Jequier, quien cuenta con 350 hectáreas de frutales entre avellano, arándano, cereza y manzana. Y es en esta última especie donde están incorporando variedades que se podrían calificar de ideales para la zona. Rosy Globe, Kanzy y Honey Crisp forman parte de este portafolio, las que a su juicio no se pueden poner en la zona central dado que requieren de un clima con los vaivenes de la temperatura baja y mínima, algo que se da en Angol, Collipulli y Galvarino.
¿UNA NUEVA SÉPTIMA?
Si bien el clima ha hecho su trabajo, el consenso apunta a que aún falta para que la región tenga el despegue y alcance la producción de la que es capaz. Los expertos señalan que las condiciones climáticas hacen que se pueda imitar el camino de la séptima región en lo que a fruta se refiere. Una riqueza en suelo, clima y agua para transformarse en una de las principales zonas productoras de fruta de clima templado es la que tiene La Araucanía a juicio de Miguel Ellena. Sin embargo, para el experto, dadas sus condiciones, más que imitar la región puede apuntar a desarrollar una fruticultura con identidad, una realización de productos diferenciados en relación con las zonas ubicadas al norte de ésta. A modo de ejemplo, indica, que se podrían realizar aceites de oliva de gran calidad producidos bajo condiciones climáticas más frías, lo que podría diferenciar su composición.
Respecto de los cerezos, asegura que en zonas más altas y en localidades ubicadas en la parte sur de la región es posible apuntar a producciones más tardías, de modo de no entrar en competencia con la fruta producida en el BíoBío o Maule. “Respecto a este rubro es importante evaluar el comportamiento de nuevas variedades/portainjertos bajo las particulares condiciones agroecológicas de La Araucanía, con mayor presión de enfermedades de la madera, particularmente bacteriosis (Pseudomonas syringae)”, profundiza Ellena y agrega que además se presentan muy buenas condiciones para producir guindas ácidas o cerezas ácidas (Prunus cerasus) para procesos industriales, cuya ventaja es que no se parte por efecto de lluvias.
El experto también se refirió a los berries, en cuyo caso la región dispone de un amplio territorio con excelentes condiciones para arándanos, frambuesas y otros frutales menores como grosellero espinoso, zarzaparrillas y cranberries. En algunas zonas del país estas especies se han caracterizado por la producción orgánica. Sin embargo esta región cuenta con una menor superficie certificada de este tipo si se compara con Biobío o Los Lagos Los Ríos. Así lo explica el productor Carlos Klein —ubicado en Galvarino— quien sin embargo indica que está creciendo a buen ritmo, especialmente la recolección silvestre orgánica: maqui, avellana chilena, rosa mosqueta, zarzamora y otros. “En berries destacan los arándanos orgánicos, que se pueden exportar directamente a Estados Unidos por no estar infestado con la polilla del racimo de la uva, que es cuarentenaria para ellos; además de frambuesas y moras”, agrega. Finalmente aparece como un cultivo emergente y con muy buena adaptabilidad el castaño tipo marrón. “En estudios realizados en INIA-Carillanca hemos logrado producciones promedio cercanas a los 2.000 Kg/ha al cuarto año, rendimientos significativamente superiores a los alcanzados por otros países productores del hemisferio norte como Italia, España, Portugal y Turquía”, añade Ellena.
CUENTAS PENDIENTES
Ya sea para imitar una estrategia conocida o bien para abrirse un nuevo camino, la región tiene una serie de tareas pendientes en las que se debe avanzar para expresar aún más su potencial. A juicio de Schmidt estas pasan principalmente por obras o embalses que garanticen el riego en las tierras, además de infraestructura, como caminos y rutas que posibiliten un fácil acceso a los puertos. “Necesitamos también un punto de acopio en alguna zona estratégica de la región que permita dar las condiciones de soporte a los productores y de esa manera garantizar que los tiempos requeridos para la fruta, que son siempre tan delicados, se puedan cumplir y no se ponga en riesgo la producción”, advierte.
Junto con la infraestructura frutícola, se requiere mayor investigación del rubro y una mejor preparación universitaria, con ramos pertinentes tales como entomología, fitopatología y ecología aplicada, advierte Klein. Las líneas de financiamiento y la disponibilidad de agua son otras temáticas que César Hompart, productor de frutales en Collipulli, suma a este listado, junto con un punto que es de vital relevancia en la zona. Se trata de la seguridad, ya que como indica, el productor que viene de afuera debe tener la certeza de que sus inversiones van a estar protegidas y amparadas por un estado de derecho.
CERCANÍA CON LAS COMUNIDADES
Una relación mutua es la que se presenta hoy en día entre la región de La Araucanía y el sector agrícola. Si esta zona aparece como una oportunidad para el rubro dadas sus óptimas condiciones para producir alimentos, la actividad en sí corresponde a una herramienta que permitiría potenciar a la región, la que según las autoridades presenta una serie de retrasos en los que se necesita avanzar. Bajo este escenario es que para Miguel Ellena la fruticultura cobra un rol vital y es que la califica como el motor de desarrollo regional dado que los rubros tradicionales han tenido una baja rentabilidad. “Para la pequeña y mediana agricultura, el rubro frutícola será fundamental para mejorar los ingresos de los productores. Para ello, se requiere contar con herramientas de fomento que permitan realizar las inversiones y un programa de asesoría y capacitación de los técnicos que trabajan con los productores y a su vez, de los propios agricultores”, comenta.
Hay quienes detectaron oportunidades en la fruticultura de la zona y las tomaron. Pero falta. Y es que a su vez hay quienes pueden cuestionarse la posibilidad de hacerlo dados los conflictos sociales que se viven, pese a que los agricultores presentes en la zona los califican como hechos aislados. Una de las soluciones pasa por el trabajo que puede ofrecer la fruta. Con el objetivo de mejorar la rentabilidad de su campo, en los ́90 César Hompart decidió terminar definitivamente con la ganadería y disminuir fuertemente los cultivos tradicionales. Así fue como en 1991 comenzó a plantar frutales, particularmente arándanos. Con el paso del tiempo amplió su canasta de este tipo de cultivos incorporando cerezos en 2002 y nogales al año siguiente. Ya en 2010 se inició en castaños y en 2017 en el avellano europeo. Así pasó de ser ganadero-agrícola a principalmente frutícola.
Según su diagnóstico, las raíces pesan. Pertenecen y confían en una región que hoy les ofrece situarse en el epicentro de la fruticultura nacional. “Tenemos un compromiso con la región. Creemos que por el lado de la fruta es una buena alternativa para generar empleo”, sintetiza. De esta manera, la posibilidad de generar más trabajo como fuente de ingreso surge como una herramienta para evitar este tipo de conflictos y trabajar con las comunidades; una tarea que no sólo entendió este productor, también lo lleva a cabo Gerardo Jequier.
Como un arte que han aprendido y que hoy forma parte de su ADN define a la fruticultura este productor, que tiene una sociedad con su cuñado Pedro Nickelsen. Pero además entrega la posibilidad de darle mano de obra a una región que posee trabajadores y que son precisamente sus vecinos. En temporada esta empresa cuenta con un total de 600 trabajadores provenientes de las diferentes comunidades cercanas a Collipulli, número que puede llegar hasta 1.000 o 1.200 personas durante el año producto de la rotación.
Así lo explica Matías Paulsen, yerno de Jequier, y agrega que de ellos, el 70% proviene de comunidades indígenas. Una fuerte cercanía con las comunidades es la que también ha establecido Agrícola San Clemente, la que les entrega una fuente de trabajo que no sólo contempla la cosecha, sino que se extiende a otras labores de relevancia en un huerto frutal, tales como la poda y el raleo. Pero además la compañía se encuentra involucrada en un proyecto con la Cooperativa Agrícola Antonio Rapimán, entidad constituida en el año 2015, cuando la Conadi le entregó su predio en la comuna de Perquenco. Según recuerda John Skinner, recibieron un campo plantado con manzanas de exportación, por lo que los han apoyado entregándoles asesoría técnica, además del servicio de packing y exportación de sus productos. Hoy la comunidad cuenta con una producción de 170.000 cajas de 18,2 kilos.
Se trata de una alianza productiva que le ha permitido a una comunidad llevar a cabo su proyecto, y es que de manera individual no tienen la oportunidad de salir a los mercados, dado que necesitan infraestructura que no poseen, como las cámaras de frío. Así es que María Rapimán, presidenta de dicha cooperativa, llama a crear este tipo de relaciones; precisamente una de las medidas en las que está trabajando el gobierno.
TRABAJO EN CONJUNTO
La Araucanía se encuentra sumida en un rezago en materia de ingreso familiar, inversión privada, calidad de su infraestructura y acceso a mejoras sociales. Con el objetivo de salir de estas situaciones e impulsar la región es que el Gobierno trabaja en el Plan Impulso Araucanía 2018-2026, que busca aprovechar los potenciales de la zona. Así es que sus pilares estratégicos los conforman los sectores de turismo, energías renovables y agricultura. INIA, Indap, la Comisión Nacional de Riego, Odepa y Conaf fueron los servicios del Ministerio de Agricultura que visitaron la región para hacer una prospección de sus necesidades. El trabajo con INIA apunta a la reconversión. Por ello es que la entidad, según explica su director Pedro Bustos, a través del centro regional Carillanca propone implementar en los distritos agroclimáticos un modelo de innovación técnica productiva para la reconversión frutícola de la región generando polos de innovación, basado en validaciones científicas que respondan a los requerimientos agrícolas de nuevas especies y variedades para cada uno de los territorios. Así, el ministro de Agri-cultura, Antonio Walker, señala que la idea es mostrar cuál es el camino de la reconversión, por lo que las alianzas con empresas cobran un rol vital. Pero no se trata de cualquier tipo de asociación: se está formando una cooperativa grande para que haga una alianza con Hortifrut.
Respecto de cómo se realizará la reconversión, comenta que es necesario contar con el financiamiento de Corfo y Banco Estado y añade que la entidad gubernamental va a subir su garantía de un 80% a un 90%, instancia que ya se aprobó en el Consejo de Ministros para La Araucanía. Para Rapimán se trata de una herramienta fundamental a la hora de llevar a cabo este tipo de proyectos. Según señala, se debe flexibilizar la parte de Banco Estado e Indap, que es donde pueden acceder, y captar los recursos que se den a largo plazo. Uno de los requerimientos que ha hecho la agricultura familiar campesina de la zona es que los ayuden a vender, por lo que se está creando un departamento comercial de Indap que busca acercar el mercado al productor. En este sentido, el director de la entidad, Carlos Recondo, destacó que hay muchos agricultores mapuches que están produciendo y trabajando de buena manera pero que no saben a quién venderle. “Ahí es donde Indap va a intervenir con asociatividad, alianzas estratégicas y encadenamientos productivos buscando poderes compradores permanentes para que aumenten su producción y mejoren su calidad de vida”. Otra petición de la zona pasa por disponer de madera para hacer funcionar sus aserraderos. “Estamos viendo cómo destinar un porcentaje muy chico de la madera a estos aserraderos más locales, junto con la posibilidad de reforestar sectores que se han quemado. Estamos con un programa de reforestación y uno de plantaciones para los pequeños y medianos productores porque la zona también tiene una aptitud importante forestal”, comenta Walker respecto del rol de Conaf.
En cuanto a la labor de Odepa, señala que se está creando el departamento de desarrollo rural, que apunta a un plan integral, por lo que están convocando a los distintos ministros que se relacionan con el villorrio. Por su parte, el rol de CNR se enfoca en tecnificar el riego de la agricultura familiar. Si bien se puede calificar a La Araucanía como una zona con pros y contras, lo cierto es que tiene las condiciones para desarrollar grandes proyectos frutícolas y seguir posicionando al país como un productor y proveedor de alimentos de gran calidad. Existen inversiones de este tipo, pero aún falta mucho por avanzar. Para ello es vital generar confianza en el lugar. Hoy el lado público está trabajando para contar con las mejores condiciones y, sobre todo, con dicha tranquilidad. Ahora queda en manos de los privados poder impulsar y desarrollar aún más esta región.
Fuente: Mundo Agro