El ciclo de bajos precios en los commodities agrícolas de las últimas temporadas ha afectado a buena parte de los cultivos anuales en Chile, lo que se ha traducido en menores superficies de siembra en casos como el trigo, el maíz y la remolacha, entre otros.
Para varios productores de la llamada “agricultura tradicional” en las regiones del Maule y Biobío, el cierre de la planta de Iansa en Linares es visto como síntoma de una crisis más profunda, que los deja cada vez con menos alternativas de rotación de los cultivos que sean rentables.
Pese al mal momento, existen agroindustrias que crecen cada año, como la del tomate, en la que el grupo Sugal Chile maneja alrededor del 60% del total del país, y la achicoria, que en Chile tiene como único poder comprador a Beneo Orafti, que produce inulina.
Ellas reconocen que, a diferencia de Iansa, sus planes a mediano plazo apuntan al crecimiento en la producción, pero miran al cierre de la azucarera con preocupación, porque requieren que los productores tengan opciones de rotación de cultivos que no solo les permitan obtener buenos resultados, sino también mantener la sanidad y calidad de los suelos, y la productividad.
Potenciar nuevos cultivos
En el caso de Beneo Orafti, para la temporada 2018-2019 tienen planes de aumentar la superficie contratada con siembras de achicoria a 3.800 o 3.900 hectáreas, por encima de las 3.250 que registraron en la campaña 2017-2018, y creen que alcanzarán esa meta, ya que han notado un mayor interés que en años anteriores por parte de los agricultores, aunque el precio por tonelada ofrecido es el mismo del año pasado.
“No tenemos medidas como para absorber la superficie que se perdería de remolacha, pero es un tema preocupante y que no nos favorece, porque tener diferentes cultivos es parte de la rotación y que falte una alternativa siempre es malo”, afirma el gerente agronómico de la compañía, Peter Guhl. Detalla que con las inversiones que han realizado, a futuro tienen una capacidad máxima para llegar a procesar unas cinco mil toneladas de achicoria.
En cuanto a generar nuevas alternativas en cultivos, como la que crearon hace trece años al llegar a Chile, considera que en el país está pendiente desarrollar productos de mayor valor, que en lo posible se alejen de los ciclos de los commodities .
“Creo que la política tiene un rol importante que jugar y que debe impulsar la instalación de nuevas agroindustrias que absorban materias primas agrícolas que no funcionen como commodities . Es la única manera de potenciar a Chile, porque es un país que debe apuntar a los nichos y para eso se requiere a la agroindustria”, afirma.
De hecho, Beneo Orafti está participando en un incipiente proyecto que busca desarrollar el cultivo de quínoa y trigo sarraceno como nuevas alternativas para la Región del Biobío.
Subir los rendimientos
Sugal Chile, que forma parte de la firma de capitales portugueses Sugal Group, especializada en la producción de pasta de tomates, contrata alrededor de ocho mil hectáreas de esta hortaliza cada temporada en Chile, con una planta instalada en la Región de O’Higgins y otra cerca de Talca.
Su gerente agrícola, Antonio Concha, comenta que desde hace unos meses, cuando comenzó a hacer ruido el posible cierre de la planta de Iansa en Linares, comenzó a recibir más llamadas de agricultores de esa zona interesados en cerrar contratos para producir tomate.
“Hemos tenido mayor interés en las zonas de Linares y Parral, buscando una alternativa para bajar la dependencia de la remolacha o salir de ese cultivo, y creo que vamos a acceder a varios de esos productores que creamos que pueden desarrollar bien el tomate”, afirma.
En cuanto a los cultivos de rotación en general, Antonio Concha considera que los agricultores deben apuntar a mejorar sus rendimientos, ya que los costos de producción están ajustados, por lo que la incorporación de tecnología es clave para obtener números azules.
“El año pasado, cerca del 30% de nuestra producción se hizo con riego por goteo, y este año va a ser más del 35%. Lo estamos fomentando fuertemente, porque Chile tiene el potencial para subir sus rendimientos, que actualmente están en torno a las 95 toneladas por hectárea, mientras que los productores más eficientes alcanzan en forma regular niveles de hasta 150 toneladas”, destaca.
Ante la situación de Iansa en Linares, añade que un factor negativo que comparten con esa empresa es el pago de los impuestos verdes, que el año pasado les significó desembolsar en torno a US$ 700 mil, y que ve como una amenaza para la competitividad de Chile en la agroindustria internacional.
Fuente: El Agro