El maqui está de moda. En los últimos años ha ido aumentando su demanda internacional, gracias a que el mercado lo ha valorado como una súper fruta. Además de su buen sabor, este berry nativo de Chile contiene importantes propiedades que retardan o previenen la oxidación de algunas moléculas del cuerpo humano, lo que ayuda a disminuir accidentes cerebrovasculares y enfermedades neurodegenerativas.
Hoy se comercializa en Chile y en distintos lugares del mundo, además de como fruto fresco, principalmente a través de cápsulas, polvo liofilizado, néctar, pulpa, aguas y jugos. Las exportaciones llegaron a US$4,5 millones en 2015, con más de 190.000 kilos procesados que fueron enviados a destinos como Japón, Corea del Sur, Italia, Estados Unidos, Alemania, Australia y Dinamarca, entre otros. En 2016 las ventas al exterior aumentaron a US$9,9 millones y 433.000 kilos procesados.
En la actualidad, los productos elaborados en base a maqui pueden encontrarse, por ejemplo, en Amazon o en supermercados y tiendas gourmet de Nueva York. Es lo que ocurre con la bebida + Maqui, elaborada por Arauco Nutrientes Naturales, una filial de Celulosa Arauco, y que ha vendido más de un millón de unidades desde octubre de 2017.
Los inconvenientes de la recolección silvestre
El problema del maqui, sin embargo, está en la variabilidad de su producción. Algunas estimaciones señalan que en el país habría unas 170 mil hectáreas entre las regiones de Coquimbo y Aysén, de las cuales la mayoría estaría se encuentra en estado silvestre. Se trata de un árbol de cuatro a cinco metros de altura, cuyos frutos son bayas pequeñas de cinco milímetros, de color negro brillante o azuladas, que contienen de dos a cuatro semillas cada una. Se cosecha entre noviembre y enero, según la zona donde se ubique. Sus flores son pequeñas, blanquecinas, de cinco pétalos, con varios estambres, pueden ser hermafroditas o unisexuales y son estériles en el caso de contar con pies femeninos. Al segundo año de plantación ya tiene fruta y se estima que su punto más alto de producción se alcanzaría al cuarto año.
En ocasiones es complejo localizar las plantas y sus frutos son de difícil acceso. Si bien el proceso de cosecha consiste en sacudir las ramas para separar los berries, en algunos casos estas son cortadas para alcanzarlos, dañando la planta y afectando su producción futura.
“La recolección silvestre presenta varios inconvenientes. Hay muchas diferencias de producción entre un árbol y otro, debido a la amplia variabilidad genética y falta de homogeneidad. También hay un problema de sustentabilidad: si un año se recolecta mucha fruta, al siguiente su cantidad será muy limitada y no habrá materia prima. Además, en varias ocasiones, se cosechan las plantas con maquis más atractivos, afectando a los genotipos más valiosos y produciendo la erosión genética”, explica la doctora Hermine Vogel, decana de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Talca. Es por este motivo que se han desarrollado diversas iniciativas por domesticar este berry. Y es que el maqui es un cultivo del cual todavía se sabe poco y de cuyo camino hacia la industrialización apenas se ha recorrido un corto trecho.
La búsqueda de genotipos para la industria
Uno de los programas de trabajo más importantes para domesticar el maqui y así adaptarlo a un proceso industrial, ha sido impulsado por la Universidad de Talca, que hace diez años comenzó a realizar investigaciones en esta materia, de la mano de la ingeniera agrónoma e investigadora Hermine Vogel.
En 2007, en conjunto con la Fundación Chile, inició un screening genético de la población silvestre y recogió 68 genotipos potencialmente viables para una estandarización productiva. En 2011 continuó con la investigación, gracias a un financiamiento Fondef (Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico), con el fin de obtener variedades comercializables. Fundación Chile fue el co-ejecutor y participaron también cinco empresas: Surfrut, Agrícola Ana María (dedicada a la producción de cerezas y manzanas orgánica y convencionales), Agro Queñi, Bayas del Sur (que posteriormente fue reemplazada por Hortifrut) y el agricultor Domingo Echegaray.
Se seleccionaron los 45 genotipos más promisorios y en 2012 plantaron cinco ensayos clonales en las empresas asociadas al proyecto, entre Curicó y Puerto Montt. En aquel entonces, el ingeniero agrónomo Felipe Torti era gestor de I+D de Surfrut y representaba también a Agrícola Ana María –miembro del mismo holding- en el proyecto. “Estas empresas siempre han estado mirando nuevas posibilidades de negocios y en ellas la innovación desempeña un rol fundamental. El maqui asomaba como algo interesante”, afirma.
Pusieron los distintos clones en una parcela piloto de un cuarto de hectárea en la Región del Maule y los dejaron crecer libremente, sin fertilización, manejo del follaje o de la fruta, aunque con cierto nivel de riego y control de malezas. “Nos permitió apreciar que las plantas crecían adecuadamente y que no presentaban problemas de adaptación”, comenta Torti, quien actualmente se desempeña como coordinador del Polo Territorial del Centro de Estudios en Alimentos Procesados de la Región del Maule (CEAP), el cual busca desarrollar la industria de los ingredientes funcionales y los aditivos especializados a partir de maqui y otros cultivos.
Al finalizar la iniciativa con el Fondef, en 2014, los investigadores pudieron establecer algunas conclusiones básicas. “Hay mucha variabilidad genética de una planta a otra. Incluso, esta es mayor dentro de una misma población silvestre de al menos 50 individuos -en un sector determinado- que entre poblaciones. Solo el 5% de la variabilidad se debe al origen. Esta variación se expresa en aspectos como la reacción a la falta de agua y a la poda, el crecimiento y la precocidad, entre otros aspectos”, explica Hermine Vogel.
Variedades inscritas de mayor productividad
La Universidad de Talca y Fundación Chile se dieron cuenta que hay genotipos que fructifican al segundo o tercer año y que dan más fruta. Seleccionaron tres de ellos y realizaron una solicitud de inscripción ante el registro de variedades del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). Sus nombres son Luna Nueva, Morena y Perla Negra.
“Luna Nueva es una variedad de bajo vigor -1,5 a 2 metros de altura- que se da muy bien en la zona centro-sur, con alta carga frutal y muy buen rendimiento, con inicio de producción al segundo año. Es muy temprana en la floración y, por lo tanto, en zonas donde hay peligro de heladas se puede perder la producción”, explica Hermine Vogel.
La variedad Morena, en tanto, es también muy productiva, pero menos precoz que Luna Nueva, con mayor vigor y con un buen comportamiento tanto en la zona central como en la sur. “Su fruto es un poco más grande que el de Luna Nueva y, como tiene más hojas, quizás no se pueda plantar en alta densidad”, apunta la decana de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Talca. Perla Negra, finalmente, es recomendada para que se cultive principalmente en la zona sur. Tiene un vigor intermedio entre Luna Nueva y Morena. De las tres variedades, es la que tiene el fruto de mayor tamaño.
Su producción y comercialización fue licenciada a dos viveros: Los Olmos, que multiplica vegetativamente, y Agromillora Sur, que multiplica in vitro a partir de material extraído de plantas madres cuya calidad y homogeneidad está garantizada. En este último caso, el proceso para llegar a una unidad de 10 centímetros de altura demora un plazo de cinco a seis meses. Mientras Los Olmos estaría en condiciones de comercializar las plantas a partir del segundo semestre de este año, Agromillora Sur comenzó a hacerlo a fines de 2017.
“El maqui se alinea con nuestro modelo productivo: trabajar con productos saludables y bajo un modelo de mecanización, alta densidad y maximización de la eficiencia del cultivo. Al maqui lo vemos como un cultivo industrializable”, comenta Ely Chernilo, gerente general de Agromillora Sur, vivero que se dedica a producir y multiplicar portainjertos de frutales (berries, almendro, ciruelo, olivo) y que, con una producción anual de 15 millones de plantas, es una de las 11 filiales mundiales del grupo Agromillora.
Según la Universidad de Talca, habría más de 300 agricultores interesados en producir maqui. Sin embargo, las ventas avanzan lentamente. Agromillora Sur ha enviado unas 50.000 plantas a 15 productores, aproximadamente, en un plazo de seis meses. “Las superficies no son grandes y no llegan a más de tres hectáreas”, dice Ely Chernilo.
Condiciones del cultivo
A lo largo de los años se han ido realizando diversos experimentos, en los cuales el sistema de ensayo y error ha permitido conocer mejor el cultivo del maqui. Después de formar parte del proyecto Fondef con la Universidad de Talca y Fundación Chile, Agrícola Ana María participó en 2013 en una iniciativa FIA con la empresa Bestplant, que seleccionó un clon de maqui que fue plantado en una nueva parcela de 0,25 hectáreas. En esta oportunidad, el cultivo fue sometido a manejos de fertilización y poda.
Posteriormente, Agrícola Ana María y Surfrut se asociaron en 2015 para un nuevo proyecto FIA: “Modelo productivo, eficiente y moderno, para el cultivo industrial de maqui Aristotelia chilensis (Mol.) Stuntz, enfocado en implementar y validar la cosecha mecanizada de la fruta”. Instalaron una tercera parcela demostrativa, esta vez de media hectárea, con 10 tipos de plantas provenientes de la Universidad de Talca para probar manejos agronómicos más definitivos (distancias de plantación, sistemas de conducción, manejo de riego y de nutrición), con el objetivo central de encontrar un sistema de cosecha mecanizada adecuada para el maqui. En paralelo, Surfrut, como asociado, desarrolló dos productos, un snack deshidratado de manzana con polvo de maqui y puré de fruta que contiene maqui en la mezcla.
Fuente: Redagrícola