León Cosmelli está cansado. Siente que todo el esfuerzo de hace más de cuatro décadas para producir algunas de las mejores uvas viníferas de Larmahue, un pequeño valle ubicado entre Santa Cruz y San Vicente de Tagua Tagua, en la Región de O’Higgins, no rinde desde el punto de vista económico, debido a los problemas comerciales del negocio.
Y es que si bien producir uva para algunas de las más importantes viñas del país -tal como él lo ha hecho en los últimos años- tiene una serie de ventajas, también implica que se deban cumplir con muchas exigencias, que finalmente elevan los costos finales y, cuando los precios no acompañan, el resultado es negativo. Por ello Cosmelli decidió que, para sobrevivir como agricultor, necesitaba avanzar hacia la reconversión.
Y lo viene haciendo desde hace algún tiempo. En 2015 arrancó su primera hectárea de uva, una de carmenere, y la reemplazó por cerezos, una especie que pese a ser el cultivo estrella en el país, hasta ese entonces casi no tenía presencia en Larmahue.
En 2016, en conjunto con sus asesores, nuevamente decidió probar algo nuevo: expandir la superficie de cerezos pero ahora utilizando las laderas de los cerros, de manera similar a lo que se hace con los paltos en la zona central.
“Vimos las laderas con viñas, que se encontraban en la cota de riego, y dijimos no perdemos nada con probar”, indica León Cosmelli. Así, tras llevar a cabo un completo trabajo a nivel de suelo y controlar variables como la acción de los conejos, se plantaron cerca de 4,3 hectáreas con cerezos de las variedades santina y lapins, con un sistema de conducción llamado KGB.
“Usamos este sistema básicamente porque su instalación es mucho más barata que la de un vitrelis o una espaldera. Además, permite llevar a cabo las labores y los manejos de forma mucho más simple, especialmente en lo que se refiere a la cosecha. De hecho, pensamos que con este sistema, que es peatonal, se puede mitigar cualquier dificultad que pueda relacionarse con el trabajo en una ladera”, explica Christian Abud.
Aunque todavía no han tenido cosecha (se estima que la primera se haría en noviembre de 2019) el ánimo es de mucho optimismo, debido a que el desarrollo vegetativo de las plantas ha sido muy bueno.
Las claves técnicas
Para los expertos, una de las claves que explican el positivo avance del huerto es la elección del portainjerto o patrón, que en este caso corresponde a un cerezo silvestre que se da en el sur de Chile. “Se trata del patrón ácido, el cual es precoz, rústico y se adapta a muchos suelos y condicionantes. Nosotros llevamos 10 años probándolo en la zona, por lo que sabíamos que era la opción indicada para este proyecto”, sostiene Christian Abud.
De acuerdo a los estudios, este patrón tiene características bastante similares a la serie gisela, aunque, como es más rústico puede adaptarse sin problemas a una mayor cantidad de suelos. Respecto de los costos de instalación del huerto -los que contemplan los primeros tres primeros años del proyecto-, León Cosmelli calcula que estos son cerca de 20% superiores a los de uno ubicado en el plano, debido a la gran cantidad de trabajos que se deben hacer, especialmente a nivel de suelo.
“También hay que tomar en cuenta que nosotros hemos querido aprovechar todos los rincones, lo que en la práctica ha significado que se deban hacer mucho más trabajo manual, ya que las máquinas no pueden entrar a todos los rincones. De hecho, las labores en el huerto se desarrollan 50% con máquinas y 50% de forma manual”, explica.
Fuente: El Agro