El sector agropecuario es sin duda uno de los más vulnerables a la expresión de los distintos fenómenos climáticos. Chile, por ejemplo, ha sido golpeado con fuerza en los últimos años por sequías, heladas y lluvias primaverales que han terminado por afectar en distintos grados el desarrollo del negocio. Por lo mismo, los expertos son enfáticos en resaltar la importancia de conocer y manejar herramientas como los seguros, que permiten resguardar el capital de trabajo y trabajar con mayor tranquilidad.
En la actualidad, los agricultores chilenos tienen a su disposición una amplia gama de seguros agrícolas, pecuarios y de coberturas de precio, los cuales cuentan con un subsidio estatal que es administrado por Agroseguros, institución que en septiembre de 2014 reemplazó al extinto COMSA (Comité de Seguro Agrícola).
“Nadie tenía idea qué era el COMSA, por lo que optamos por renovar su imagen. Queríamos crear una mayor cercanía con los agricultores y otros actores del sector”, dice Camilo Navarro, director ejecutivo de Agroseguros.
La gran apuesta
Pero la intención de la institución, cuya finalidad además es desarrollar y promover seguros para el agro, no sólo se quedó en el cambio cosmético, sino que intentó ir un poco más allá. La idea de la plana ejecutiva era generar un cambio en la visión de los agricultores, quienes siempre han creído que estas herramientas sólo apuntaban a proteger a los más pequeños.
“El agricultor debe tener conciencia que los seguros son una buena herramienta y que son para todos”, asegura Navarro.
Por lo mismo, una de las prioridades de la nueva administración fue cambiar las condiciones en las que se administraba el subsidio estatal. Y es que históricamente esta herramienta correspondió al 50% de la prima neta, más 1,5 UF por póliza, lo que le permitía al agricultor pagar sólo el equivalente a la prima neta menos el subsidio con un tope de 80 UF anuales por RUT.
En ese escenario, si la prima era baja, como ocurría con las pólizas contratadas por pequeños agricultores, el subsidio podía llegar a financiar sobre el 90% del costo del seguro. En el caso de los usuarios de Indap, esa institución bonificaba adicionalmente hasta el 95% del remanente no subsidiado por el antiguo COMSA, por lo que el agricultor sólo debía pagar aproximadamente un 2,5% de la prima (+IVA).
“El gran problema que tenía el sistema antiguo era el tope de 80 UF, lo que en el caso de un pequeño agricultor se le podía ir en 6 hectáreas. Esto, en la práctica, desincentivaba a los más grandes”, dice Camilo Navarro.
Hoy esa situación ha cambiado, ya que se estableció un subsidio base de 40% + 1 UF, aunque con algunas bonificaciones dependiendo de la conducta que tenga el asegurado. Así, por ejemplo, si el agricultor renueva su seguro podrá aumentar en 10 puntos su subsidio. Si además hace una contratación colectiva a través de una institución financiera, proveedor de insumos o gremio, entre otros, será bonificado con 10 puntos más. El sistema también bonifica a los agricultores por la contratación de productos nuevos (10 puntos), cereales (5 puntos) y desarrollo de la agricultura en zonas extremas (5 puntos).
“En Aysén, por ejemplo, si un productor contrata un seguro a través de Río Baker podrá optar a 65% de subsidio, gracias a que será nuevo, lo hará a través de un gremio y a que está ubicado en una zona extrema”, explica Camilo Navarro.
Sin embargo, uno de los cambios más importantes es el que se relaciona con el tope. Y es que si bien el monto sigue siendo de 80 UF, éste no estará limitado por RUT como ocurría antes, sino que por póliza. Así, en la práctica, el agricultor podrá extender el beneficio a distintas aristas de su negocio.
Fuente: El Mercurio