Con más de 14 mil hectáreas, el arándano es la octava especie con mayor superficie plantada en Chile y, por ende, uno de los frutales más importantes para la industria frutícola de exportación. Desafortunadamente, paralelo al aumento de las exportaciones también ha crecido la presencia de enfermedades fúngicas, las cuales por definición son tremendamente difíciles de controlar.
La Cancrosis del tallo, producida por el hongo Neofosicoccum parvum, al igual que otras especies de la familia Botryosphaeriaceae, es cada vez más frecuente en huertos de arándanos. La muerte del follaje y la presencia de una mancha de color café rojizo en la base de los tallos y corona de las plantas, aparecen como algunos de los síntomas más característicos de esta enfermedad. Éstos se pueden ver cuando la infección ya ha comenzado a instalarse dentro de la planta, por lo general, luego de la poda.
Según el Dr. Bernardo Latorre, fitopatólogo e investigador de la Facultad de Agronomía de la Pontificia Universidad Católica, el principal mecanismo de diseminación del hongo responsable de la Cancrosis, es el viento y el agua libre, siendo las heridas de poda la principal puerta de entrada.
Dentro de los manejos de poda, se contempla el tratamiento de estas heridas con diferentes tipos de mezclas. Mientras algunas pastas de poda incorporan fungicidas químicos, otros tratamientos incluyen biocontroladores. Sin embargo, para el experto ninguno de estos métodos fue diseñado específicamente para controlar el N. parvum. “Las pastas fungicidas que normalmente se usan, contienen formulaciones orientadas a los hongos de la madera, pero sus ingredientes activos fueron diseñados para un fin diferente. Lo que pasa es que con el tiempo se ha demostrado su efectividad para otros usos. Los laboratorios han diseñado estos compuestos en su mayoría para el control de oídio y botrytis en otras especies, que son las enfermedades más importantes del grupo de los hongos por sus efectos inmediatos”, afirma Latorre.
Fuente: El Mercurio