Los techos verdes están en auge: no sólo permiten entrar a la naturaleza a lugares impensados de las ciudades hasta ahora sino que también contribuyen a disminuir la polución del aire y mejorar la calidad de vida. Pero hay que saber construirlos y mantenerlos para que estos techos cumplan adecuadamente su función y no ocasionen daños estructurales. El INTA ha realizado varios estudios sobre este tema y junto con el Instituto de Floricultura de su sede en Castelar, desarrolló un documento con recomendaciones sobre los pasos a elegir y la selección de materiales.
La Dra. María Silvina Soto, especialista de dicho Instituto destacó el rol de los techos verdes por sus numerosas ventajas: “Disminuyen la polución del aire y el efecto isla urbana, mejoran la estética visual y la calidad de vida, conservan energía, favorecen la formación de corredores de flora y fauna y retrasan el escurrimiento del agua de lluvia”. Asimismo, explicó que este tipo de techos “otorga créditos para el programa LEED (Leadership in Energy and Environmental Desing standars) que promueve la construcción de edificios que presentan un bajo impacto ambiental brindando ambientes de vida y trabajo saludables”.
La clave del éxito para un techo verde tiene cuatro pilares: la estructura edilicia, el sistema de impermeabilización, el sustrato y la elección de las plantas. Para Soto se trata de un trabajo multidisciplinario en el que tanto los arquitectos, ingenieros, agrónomos, paisajistas y técnicos en floricultura deben trabajar conjunta y mancomunadamente, ya que es la única manera que los techos verdes sean sustentables a largo plazo.
Estos son espacios donde la cubierta vegetal es plantada sobre un sustrato de poca profundidad. Son lugares que generalmente no son accesibles y por eso hay que considerar que deben tener bajo mantenimiento sin suministro de riego y con condiciones más hostiles que acotan la diversidad de especies. El sustrato debe tener un bajo contendido de sales y un pH levemente ácido. Además, de contar con buen drenaje, ser liviano y con poca materia orgánica. “De ninguna manera se debe utilizar tierra”, advirtió, “ya que presenta propiedades físicas no adecuadas tales como la baja permeabilidad, alta retención de agua, poca disponibilidad para las plantas y un peso elevado. Además, podría provocar interferencias en los desagües”.
El sustrato a utilizar debe contar con propiedades físicas y químicas adecuadas para las especies que se quieren plantar. Para su composición, la técnica recomendó utilizar hasta un 80 % de materiales inorgánicos como piedra pómez, zeolita, vermiculita y perlita, mezclado con un 20 %, como máximo, de materiales orgánicos como turba o compost. “Un sustrato a base de compuestos inorgánicos permitirá que la profundidad no varíe, que el drenaje sea el correcto y se mantenga estable a través de los años, y que –mediante un manejo nutricional adecuado– se logre tener la comunicad vegetal deseada”, detalló.
Fuente: revistachacra.com.ar