Estimaciones de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indican que, en el planeta, la agricultura bajo riego representa el 20 % de la tierra cultivada y aporta más del 40 % del total de alimentos producidos en el mundo. De hecho, un trabajo del INTA Manfredi demostró que cultivos de secano con riego suplementario, como trigo, sajo y maíz, rindieron hasta un 50 % más.
Aquiles Salinas, especialista en tecnologías de riego de esa unidad del INTA, aseguró que “el riego suplementario no sólo aumenta considerablemente los rindes de los cultivos, sino que además, es una herramienta que le aporta estabilidad a la empresa agropecuaria y disminuye la variabilidad a valores cercanos al 10 %”.
La acentuada variabilidad interanual que se registra en gran parte de las regiones productivas, debido a la dependencia de las precipitaciones, repercute en la respuesta de los cultivos. “Tanto la cantidad como la distribución de las lluvias limitan los rendimientos que alcanzan las plantas; en el caso del maíz, el déficit hídrico en el período crítico genera importantes mermas en la productividad”, señaló Salinas.
Los resultados de un ensayo que lleva más de 19 años de estudio demostraron que con riego la variabilidad anual de los rindes se reduce un 10 %. “Sin dudas, queda claro que el riego resulta clave para alcanzar el potencial máximo de cada cultivar: en la secuencia trigo, soja de segunda y maíz de primera, se registró un aumento promedio de hasta 2.700 kilogramos de granos por hectárea, por año”, expresó el especialista del INTA.
Uso eficiente de los recursos
Para garantizar la producción y disponibilidad de alimentos en el futuro, es necesario hacer un uso eficiente y mejorar la forma en que se utiliza el agua en la agricultura. De hecho, para la FAO el riego desempeña un papel clave.
Para 2050, la escasez de este recurso en algunas regiones del mundo pone en riesgo la producción de alimentos, que deberá aumentar un 60 % para satisfacer la demanda de una población de 9.000 millones de personas. Este crecimiento demográfico plantea un gran problemática relacionada con la sustentabilidad en la producción de alimentos, la gestión ambiental y soberanía alimentaria, en los cuales el INTA tiene un rol estratégico.
Fuente: revistachacra.com.ar