El genetista frutal partió con 100 mil plantas provenientes de pepitas y ha ido descartando a través de selección.
Para el investigador de INIA-Quilamapu Pablo Grau, los meses de febrero son de intenso trabajo desde el año 2009, en que asumió el programa nacional que apunta a tener la primera variedad de manzana de exportación chilena. Desde ya se apronta para esa época del año en que debe probar miles de frutas, para avanzar en la selección, que espera se esté acercando a su fin -por decirlo de alguna forma ya que el trabajo de selección genética idealmente no tiene fin en el tiempo- y que espera a una variedad propia del país que pueda ser objeto de derechos de autor y patente.
Grau precisa que continuó con una labor que había iniciado en INIA la investigadora Magdalena Cruz el año 1995, pero que tomó nuevos bríos cuando concitó el interés de la Asociación de Exportadores de Fruta. Desde entonces la inversión supera los US$4,5 millones y se está en una etapa de evaluación del comportamiento de cinco manzanares renovados, en huertos entre la Séptima y Novena regiones.
“Aunque lo normal es que un mejorador muere antes de ver la variedad a la que dedicó sus esfuerzos, en este caso esperamos tener una definición entre el año 2017 y 2018 y contar con plantas disponibles a partir del año 2020”, afirma Grau, que ha concretado el programa de mejoramiento en el predio Santa Rosa de INIA, que se ubica en el sector de Cato, al nor oriente de Chillán.
Allí está el huerto, donde se han ido haciendo y descartando del orden de 100 mil árboles partiendo de semillas de manzanas. Las variedades que presentan los mejores frutos se van seleccionando y pasan a una etapa de reproducción asexual a través de injertos que mantienen características idénticas a las plantas de donde fueron obtenidas. Dentro de las plantas hay cerca de 20 mil que aún no han logrado la madurez necesaria para ser evaluadas.
La fruta que presenta las características que se quiere dar a la variedad chilena debe ser degustada, donde se busca un aspecto sensorial de aroma, dulzor, equilibrio de acidez y un atributo en que se hace especial énfasis a nivel mundial en el tema de manzanas, que es en la crocancia del fruto.
Además de la degustación, que se ajusta a un protocolo estricto de clasificación e identificación del árbol de procedencia, también la fruta es sometida a un examen de comportamiento post cosecha. “Como se trata de una variedad de manzana de exportación y la fruta chilena debe recorrer grandes distancias para llegar a destino, en el caso de las manzanas a través de la vía marítima, se requiere que la variedad cumpla con ciertos parámetros”, afirma Grau.
El investigador, que ha trabajado en forma previa en mejoramiento de otros frutales y en la introducción de castaños de las mejores variedades europeas al país, para este trabajo ha visitado decenas de programas de mejoramiento genético en distintos países del mundo, conociendo en terreno el trabajo que hacen sus colegas en otras latitudes.
Afirma que en el mundo científico hay un ambiente de colaboración amplio en el campo del mejoramiento genético vegetal, aunque lógicamente también hay algunos aspectos más reservados, ya que también se trata de un mundo competitivo donde hay fuerte inversión para desarrollar nuevas variedades.
Consultado si ya hay alguna tentativa de nombre para esta manzana chilena, si se considera Chillán o Ñuble para el bautizo, Grau afirma que en las variedades frutales el nombre es un aspecto muy delicado de marketing y que esto se debe trabajar con asesoría especializada, por lo que no se trata de una decisión personal. Aunque de todas maneras le gustaría que de alguna forma la nueva manzana se pudiera identificar de alguna forma con estas tierras. Por lo pronto tiene claro que ya está ad portas del inicio de una nueva temporada de degustación y selección.